Con
motivo de la celebración del día de Todos los Santos, se honra la memoria de
los seres queridos y se acude al cementerio para llevar flores, limpiar lápidas,
reunirse en familia, etc.
Desde el siglo XIII aproximadamente y hasta el siglo
XVIII, los enterramientos se hacían en el interior de las iglesias o en sus
alrededores, pero en 1787, el rey Carlos III prohibió el enterramiento en las
iglesias debido a la falta de espacio y los problemas de salubridad.
Sin embargo, no fue hasta 1808, durante el gobierno de José
Bonaparte, cuando se construyeron los primeros cementerios a las afueras de la
ciudad, especialmente tras las batallas libradas contra las tropas francesas, donde murieron muchos españoles.
El caso del cementerio viejo de Arganda, data de 1823 y se encuentra al
noroeste de la población, muy cerca del Cerro
de la Horca.
Cuenta con una extensión de unos 7000m2
y su único acceso es una portada de ladrillo visto de estilo clásico con
decoración neo-mudéjar donde se lee la inscripción:
BEATI MORTUI QUI IN DOMINO MORIUNTUR,
que viene a decir:
BIENAVENTURADOS LOS MUERTOS QUE DE AQUÍ EN ADELANTE MUEREN EN EL SEÑOR.
En su interior, se observan diferentes
lápidas organizadas por filas y separadas por una calle central y varias
paralelas que permiten el acceso a las mismas. Las lápidas más antiguas datan
de mediados del siglo XIX. Destaca el panteón o mausoleo adosado al
muro norte de estilo ecléctico realizado en ladrillo visto de 1894.
Arganda también cuenta con un cementerio nuevo que se inauguró en 1982
debido a la insuficiencia del anterior y que se encuentra a las afueras del municipio,
muy cerca de la Dehesa del Carrascal. Su distribución es más moderna puesto que
cuenta con nichos, capilla, velatorio, etc.
Por último, encontramos el cementerio de perros, ubicado en la misma Dehesa del Carrascal. Se trata del único ejemplo de cementerio
canino en la Comunidad de Madrid. El Último Parque, así se llama el cementerio,
está abierto al público desde 1983 en horario de sábados y domingos.