Durante la Edad Media, el centro de Arganda se encontraba en torno a la
desaparecida Ermita de la Virgen del Castillo, junto a la actual plaza Marcial Lalanda, y
al parecer pudo haber existido una muralla que la rodeara delimitando el
perímetro del casco antiguo de Arganda.

Los primeros habitantes moriscos, llamados así a los descendientes de musulmanes
convertidos al cristianismo, llegaron a finales del siglo XVI (1571) tras el vencimiento de los cristianos en la Guerra de las Alpujarras, produciéndose el desplazamiento de los musulmanes por diferentes
lugares de la península.
A Arganda llegaron unos 200 habitantes provenientes de los
pueblos de Baza y Guadix, en Granada, y gracias a sus amplios conocimientos
agrícolas, su adaptación fue rápida, cultivando los
campos de olivos y vid de los alrededores del municipio.
En el Archivo Parroquial se conservan registros de su paso por Arganda y
se sabe que algunos de sus apellidos fueron: de Guadix, de Baza, de Granada, Jerez, Millán, Moreno, Almagro,
Montesinos, de Córdoba, Jiménez, de Jaén, Ledesma, de Plaza, etc., registrados
como Nuevos Cristianos.
Sin embargo, la mayoría conservó sus costumbres musulmanas, como por
ejemplo practicar el ramadán, trabajar los días festivos cristianos, faltar a
misa, no confesarse o no comer cerdo… de ahí el nombre de mangurrinos (no manjan gorrino)
que recibieron los moriscos y, más tarde, todo aquel que no fuera de origen
argandeño.
Lamentablemente, la expulsión de los moriscos decretada por Felipe III el 9
de abril de 1609, gobernando el Duque de Lerma, supuso graves consecuencias
para todo el país, sobre todo en aquellos lugares donde hubo un mayor número de
ellos, como en el caso del Levante. En Arganda, su salida supuso el abandono de
los campos, el despoblamiento de la zona y el agravamiento de la crisis
económica que ya imperaba, lo que supuso, en 1613, la venta de la villa de
Arganda al Duque de Lerma y el posterior Motín que se realizó en su contra.
Sin embargo, esta situación permitió a la Orden Religiosa de los Jesuitas
instalarse en la zona del Arrabal y continuar con la labor de cultivo de los campos de
olivo y vid, convirtiéndose en los principales elaboradores de aceite y vino.

En una de sus
puertas todavía podemos observar el acceso habilitado para los carruajes y
algunos de los rayos característicos del símbolo de su orden.
En la actualidad, la casa es privada y su interior no se puede visitar.
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