miércoles, 10 de abril de 2013

Descubriendo el Arrabal Morisco


Durante la Edad Media, el centro de Arganda se encontraba en torno a la desaparecida Ermita de la Virgen del Castillo, junto a la actual plaza Marcial Lalanda, y al parecer pudo haber existido una muralla que la rodeara delimitando el perímetro del casco antiguo de Arganda.

A las afueras de la muralla, extramuros, se encontraban los arrabales o barrios de las afueras, y en el caso de Arganda se encontraba el arrabal morisco, situado al Sur, en las inmediaciones de la actual Plaza del Gato.

Los primeros habitantes moriscos, llamados así a los descendientes de musulmanes convertidos al cristianismo, llegaron a finales del siglo XVI (1571) tras el vencimiento de los cristianos en la Guerra de las Alpujarras, produciéndose el desplazamiento de los musulmanes por diferentes lugares de la península. 

A Arganda llegaron unos 200 habitantes provenientes de los pueblos de Baza y Guadix, en Granada, y gracias a sus amplios conocimientos agrícolas, su adaptación fue rápida, cultivando los campos de olivos y vid de los alrededores del municipio. 

En el Archivo Parroquial se conservan registros de su paso por Arganda y se sabe que algunos de sus apellidos fueron: de Guadix, de Baza, de Granada, Jerez, Millán, Moreno, Almagro, Montesinos, de Córdoba, Jiménez, de Jaén, Ledesma, de Plaza, etc., registrados como Nuevos Cristianos.

Sin embargo, la mayoría conservó sus costumbres musulmanas, como por ejemplo practicar el ramadán, trabajar los días festivos cristianos, faltar a misa, no confesarse o no comer cerdo… de ahí el nombre de mangurrinos (no manjan gorrino) que recibieron los moriscos y, más tarde, todo aquel que no fuera de origen argandeño.

Lamentablemente, la expulsión de los moriscos decretada por Felipe III el 9 de abril de 1609, gobernando el Duque de Lerma, supuso graves consecuencias para todo el país, sobre todo en aquellos lugares donde hubo un mayor número de ellos, como en el caso del Levante. En Arganda, su salida supuso el abandono de los campos, el despoblamiento de la zona y el agravamiento de la crisis económica que ya imperaba, lo que supuso, en 1613, la venta de la villa de Arganda al Duque de Lerma y el posterior Motín que se realizó en su contra.

Sin embargo, esta situación permitió a la Orden Religiosa de los Jesuitas instalarse en la zona del Arrabal y continuar con la labor de cultivo de los campos de olivo y vid, convirtiéndose en los principales elaboradores de aceite y vino.

Concretamente, se instalaron en la Calle del Barranquillo esquina con Calle Santiago Apóstol, en una casona de grandes dimensiones, de dos plantas, buhardilla y una de las bodegas subterráneas más importantes de Arganda. 

En una de sus puertas todavía podemos observar el acceso habilitado para los carruajes y algunos de los rayos característicos del símbolo de su orden.

En la actualidad, la casa es privada y su interior no se puede visitar. 


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